- Escribe una historia que tenga lugar en un taller mecánico
Era preciosa,única. Su pelo negro recogido en aquel moño ya casi desecho,los mechones le caían por la cara ovalándola aún más. Sus ojos negros,enormes,totalmente concentrados bajo ese coche. La cara manchada de grasa y aquel mono que se había quitado y llevaba colgando por la cintura,con una camiseta blanca de tirantes,que ya no era blanca... Agarraba la llave inglesa con una fuerza descomunal para ese cuerpo tan pequeño. La deseaba tanto,que tuvo que recolocarse el paquete varias veces. Era la hija del dueño del taller y había heredado el talento de su padre,pero no era la típica machorra. En el taller se convertía en un monstruo de los coches,pero no podía evitar emanar sensualidad por sus poros. Estaba loco por esa muñequita desde hacía años,pero era una mujer de armas tomar. El padre sabía que él estaba loco por ella. En realidad,las pocas personas que trabajaban en el taller lo sabían.,excepto ella. Siempre tenía una sonrisa para él,pero jamás había llegado a pedirle salir. ¿Porqué era tan cobarde? Se pasó la mano por el pelo completamente frustrado. Tenía el beneplácito de su padre,podía pedirle una cita,pero no sabía si ella le iba a mandar a freír monas.
-¡Eh,pequeñaja! -La llamó algo nervioso y se puso aun peor cuando ella le miró con esos ojos brillantes y divertidos con los que siempre lo miraba.
-¿Qué pasa,grandullón? ¿Has vuelto a perder una tuerca? ¿O has vuelto a liarla con algún motor? -Su risa era pura melodía para él. Aunque se estuviese burlando. ¿Cómo una enana podía volverlo tan loco?
-Ya te gustaría. -Rió nervioso.- Oye,¿quieres que vayamos a cenar? -Dijo a punto de colapsar.
Ella le miró divertida y empezó a reírse. Y él arrugó la frente y se la quedó mirando como si fuese un extraterrestre.
-¿Te hace gracia mi propuesta,enana? -Enarcó la ceja ya algo molesto.
-No,no... -Se le caían las lágrimas de tanto reírse. -¿No crees que has tardado un poco en pedírmelo? -Lo miró ahora seria.- SI,saldré contigo,pero espero que no me lleves a un sitio de esos caros solo para impresionarme. -Le tendió la mano para que la ayudase a salir de debajo del coche.
-¿Eh?¡Ah,no! Pensaba llevarte a...-Se quedó pensando,acababa de joderle el plan.
-¡Has picado! -Dijo pegándole un golpecito flojo en el brazo.- Tenías que verte la cara. Subo,me ducho,me pongo algo decente y nos vamos,¿vale? -Se marchó dejándole casi en estado catatónico.
Por un segundo,había olvidado el porqué no le había pedido nunca salir. Esa mujer era capaz de acabar con su paciencia,pero a la vez,no se imaginaba no verla. Si faltaba un solo día al taller,se quedaba deprimido. Y cuando estaba enferma,era capaz de comprar una farmacia entera y llevarle toneladas de caldo para que mejorase. Era así. Estaba hasta las trancas. Esa mujer podía llevarle al cielo y al infierno casi en una misma frase. Y precisamente,eso era lo que le encantaba de ella. Que nunca había un día igual. Ella siempre era espontánea y no tenía vergüenza.
Se pegó una ducha en el vestuario del taller y se puso unos vaqueros y una camisa. Iba decente. Se puso a esperarla en la puerta del taller,ya que ella y su padre vivían en el piso de encima. Todos se habían marchado,excepto su futuro suegro,que lo miraba con aire divertido a través de la ventana. Realmente era gracioso ver a su mejor trabajador,un hombre fuerte,de casi dos metros,guapo,que podía tener a cualquier mujer,temblar ante la mirada de una chica que no llegaba al metro sesenta.
-¿Nos vamos? -Lo sacó de su empane mental,para dejarlo babeando al verla con aquel vestido al que parecía que le habían cortado la falda.
-Si,claro... - Sentía que la lengua se le trababa,pero no podía hacer nada.
-Tranquilo,vaquero. No muerdo... De momento. -Dijo divertida.- ¿Nos vamos o vas a quedarte mirándome como un bobo toda la noche? -Le cogió la mano sin vergüenza alguna.
-Si,claro,vámonos. -Dijo mirando las manos entrelazadas.
Después de una cena llena de nervios por parte de él y de risas tiernas por parte de ella,volvieron al taller. Pero esa noche tan solo acababa de empezar. Ella no iba a dejar que se marchase sin más. No había esperado un año entero a que él le pidiese una cita para irse a la cama sin más. Esa noche,el taller,entre llaves inglesas,aceite y coches,iba a ser testigo del comienzo de una relación que iba a ser eterna...